De San Miguel a San Miguel.
Una de las ventajas que tiene
vivir en el medio rural es que resulta más sencillo percibir algunos aspectos
que han estado presentes en la cultura popular a lo largo de los siglos. El
hombre y la mujer rurales formamos parte de un paisaje generado como resultado
de una acción conjunta entre el ser humano y la naturaleza durante miles de
años (Vid. Convenio Europeo del Paisaje, 2000). Sin ser humano en el medio
rural se podrá hablar de otras cosas, pero no de paisaje.
San Miguel con su bastón de mando como primera autoridad de las huestes angélicas.
Tartanedo (siglo XVIII)
Pues bien, esta pertenencia al
paisaje, nos permite muchas veces percibir hechos sobre los que se ha teorizado
y que siguen en cierto modo vigentes, aunque nuestras formas de vida hayan
cambiado, lógicamente. Uno de ellos es el sentido cíclico del tiempo que tenían
nuestros antepasados, basado sin duda, en la repetición de fenómenos
astronómicos, climatológicos, vegetales, animales e incluso humanos año tras
año (Gurievich, 1990: 114 y ss). Teniendo en cuenta esta percepción, es fácil
comprender cómo algunas fechas del año son claves para el hombre y la mujer que han habitado
estas tierras durante miles de años. Una de ellas era la festividad cristiana (cristianizada)
de San Miguel, que se celebra el 29 de septiembre.
Se trata de una fecha
importantísima en el calendario tradicional europeo; tanto que se puede
considerar, sin exagerar, el verdadero inicio del año para muchos aspectos de
la actividad humana. El día de San Miguel se formalizaban y/o renovaban
contratos, se elegían cargos públicos, se daban cambios en los sistemas de
producción agrarios. El día de San Miguel, pues, era uno de los más
importantes, sin duda porque marcaba un cambio dentro del ciclo anual, porque
el hombre y la mujer que vivían en sinergia con el medio percibían que
alrededor de esa fecha algo cambiaba en el entorno que les arropaba y, al
tiempo, del que formaban parte.
Una fecha internacional.
Aunque la cultura del pasado era
eminentemente local, existen fenómenos que se repiten en lugares alejadísimos
entre sí, y uno de ellos era la importancia que en toda Europa se le dio a esta
fecha. De este modo, encontramos que en Portugal, Italia y Francia, San Miguel
es la fecha de la firma de ciertos acuerdos agrarios. Así pues, es conocido
como en Francia el día de San Miguel era en muchas partes día de elecciones
municipales durante la Edad Media, como era el caso de Toulouse (Bordes, 2006).
Pero no solo en la Europa
mediterránea se detecta este hecho sino que en Inglaterra estaba acuñado el término
Michaelmas, para designar a la fiesta
de San Miguel, y Michelmas term para
el plazo a contar desde San Miguel para asuntos comerciales y agrarios (Barthe,
1956: 164-165). Aún hoy, el día de Michaelmas
es el primero del año académico británico y del Michaelmas term que se prolonga hasta Christsmas.
En los reinos y señoríos
hispánicos los ejemplos en los que la fecha de San Miguel está presente en
contratos agrarios y comerciales, en nombramientos de cargos y oficios
concejiles son infinitos. Este hecho se extendía a múltiples ámbitos de la vida,
y así, por ejemplo, en Córdoba era habitual el arriendo de los corrales de
comedias de San Miguel a San Miguel en el siglo XVII (García, 1999). De nuevo
en el ámbito agrario, en Galicia permanece vigente aún hoy en día en su Derecho
Civil San Miguel como fecha de expiración de los convenios de aparcería en
algunas comarcas (BOE, nº 91, 05 dic. 1963).
San Miguel pesando almas.
Roger van der Weyden. Políptico del Juicio Final (c. 1450)
San Miguel en la organización del Señorío.
En el Señorío de Molina la
fiesta de San Miguel también era muy significativa y son abundantes las
noticias que la documentación ofrece. Se encuentra todavía en el habla popular
de la comarca el término de sanmiguelada
para expresar el periodo que iba de San Miguel a San Miguel, fuera cual fuese
el asunto que quedase pactado entre una y otra fecha. Es interesante constatar
cómo en el fuero San Miguel se encuentra reiteradamente como fecha clave en el
sistema político del territorio.
Por lo que respecta a las
elecciones a juez, como cargo supremo del Concejo, y alcaldes o jefes de barrio
parece ser que tenían lugar, en los siglos XII y XIII al menos, el día de San
Miguel después de la misa, presentándose los candidatos el domingo anterior a
esa fecha para ser elegidos echando a
suerte (Fuero Ms. M: 12v). Quizá en este día también se elegían otros
cargos como jurados o alcaldes pedáneos de las aldeas.
San Miguel era también la fecha
de referencia para las velas de centinelas en las torres de la villa; tenían
dos turnos los cuales se iniciaban dicho día hasta Pascua Llorida y de Pascua
Llorida (1) a San Miguel; en cuanto las robdas
(rondas) de dehesa y carreras
(caminos) de la villa tenían lugar de San Juan (23 de junio) a San Miguel. Por
último, el fuero indica que los caballeros que no tuviesen casa poblada en
Molina desde San Miguel a San Juan no podían acceder a cargos concejiles para
las elecciones del siguiente San Miguel (Ibidem:
24r-v).
A medida que avanza el sistema
de regidurías perpetuas desde las postrimerías de la Edad Media, cargos que se
adquirían por compra al Concejo y/o la Corona, se dejan de celebrar elecciones a suertes. Sin embargo, se mantiene este
día la elección anual de oficios concejiles asalariados a lo largo de todo el
Antiguo Régimen.
Dice Núñez al respecto que “tienen costumbre inmemorial todos los
regidores que se hallan presentes en esta villa de juntarse con los juezes [corregidores]
el día de San Miguel de cada año a sacar
y nombrar las personas convenientes para los oficios de la república, házese
esto después de auerle dicho missa su capellán, antes en [la iglesia de] San Juan que llamaban de Concejo y ahora en
el altar de su vocazión que está en Sta. María del Conde” (Núñez: 136r).
En la villa se nombraba un
letrado, el capellán, los alcaldes de la Hermandad (una especie de policía
rural), mayordomos, receptor, médico, camarero del pósito, caballeros de sierra
(celadores de montes comunes), etc. Es de suponer que, aparte de estos oficios,
en Molina, como ocurría en las aldeas, existieron nombramientos de oficios
destinados al pastoreo de ganados comunales del vecindario, así como al
arriendo de locales públicos.
Torre de Veladores. Molina de Aragón.
Por lo que respecta al ámbito
campesino del Común de las aldeas, esta institución también celebraba sus
asambleas anuales en torno a esta fiesta:
“También [en] el modo de
gobierno que tienen [los aldeanos] muestran
ser gente de buena policía y entendimiento, y es de esta manera: cada año se
juntan los de la Tierra de Molina por el día de San Matheo en el lugar que
señalan en cada sexma (2) y allí
nombran para cada una de las cuatro sexmas un diputado, dos acompañados, dos
contadores y un sexmero (…). Después de nombrados los ofizios como está dicho,
el domingo siguiente a el día de San Miguel de aquel año se junta el Común en
el lugar que deputan cada año” (Núñez: 172v).
Aunque es solamente una
hipótesis, no deja de llamar la atención la coincidencia de esta tradición de
reunirse los vecinos de las aldeas el domingo posterior a San Miguel en el
siglo XVI, con la cláusula del fuero en la que se señala una fecha,
concretamente el mercado posterior a San Miguel, “en el qual todos se allegan”, en la que se celebraba un concejo
especial, el concejo mayor (Fuero, texto M, fol. 8v).
Es cierto que trata de una parte
del fuero cuyo sentido es difícil interpretar, como ya lo intentó Soler y Pérez
pero, por el contexto, parece referirse a una asamblea concejil en la que
intervienen los vecinos de las aldeas, que se allegarían a Molina, coincidiendo con la celebración de dicho
mercado, para presentar cuestiones surgidas en el ámbito campesino a lo largo
del año; se trataría, por lo tanto, de un precedente de la institución aldeana
del Común de la Tierra, que conservó estas fechas para celebrar sus Juntas
Generales (Vid. Soler, 1927: 67-68).
Otro de los momentos en los que
aparece la fecha de San Miguel es en un pleito entre concejo de la villa y el
Común de las aldeas en el siglo XV, momento en el que el Común de la Tierra
decide, sin facultad para ello, prolongar el periodo de arriendo de las
rastrojeras de las aldeas a los ganados foráneos (Diago, 1993: 194).
Independientemente de este hecho muy puntual (la voluntad de cobrar por el
pasto de rastrojeras), lo que podría indicar esta noticia es que el periodo de
aprovechamiento ordinario y libre de las rastrojeras, que se mantiene hasta la misma
actualidad, quizá se prolongaba en el pasado hasta el día San Miguel en toda la
Tierra de Molina.
Como ocurría en Molina, en las
aldeas se nombraba este día a los oficiales concejiles, como los guardas de montes,
dos en los pueblos de más de 30 vecinos y uno en los de menos. Estos guardas son
regulados por ordenanzas comunes para villa y Tierra en 1538, indicándose que
fuesen nombrados el día de San Miguel, tal como se hacía con los caballeros de
sierra, nombrados por el concejo de la villa, y que acudiesen en un plazo de
nueve días ante el corregidor y regidores de Molina a jurar los cargos,
comprometiéndose a denunciar las talas de los montes comunes enclavados en los
términos de los lugares del Señorío también en el plazo de nueve días.
Recordemos que se entendía por montes
y pastos comunes o realengos todos aquellos que formaban los términos de las aldeas, a
excepción de las dehesas concejiles y las labores; todos los bosques y lomas
que quedaban fuera de esas dos categorías eran montes de disfrute común para
todos los vecinos del Señorío. Permaneció vigente el aprovechamiento mutuo de
términos hasta la segunda mitad del siglo XIX. Estos montes eran vigilados
desde época foral por los caballeros de sierra de Molina, que entraron en
competencia durante el Antiguo Régimen con los guardas locales, como constata
una Real Provisión de 1778 (BNE, 1800: 25r y ss).
Aparte de los guardas
concejiles, en el día de San Miguel se contrataban por parte de los concejos a
los duleros, los vaqueros, los cabreros, los porqueros; los taberneros, los
tenderos, los herreros, los tejeros; los maestros, el cirujano, el médico, el
boticario, el veterinario. Por lo que respecta a los tres primeros se
encargaban de llevar a pastar los ganados comunales, formados por reses de
todos los vecinos, mulas, yeguas, caballos, vacas, cabras y cerdos.
Cabrada en Cobeta.
El contrato de taberneros,
tenderos, herreros, tejeros, etc., implicaba que los concejos poseían los
establecimientos e incluso a veces las herramientas con las que en ellos se
trabajaba, y los oficiales se comprometían a servir al pueblo, cada uno en su
sector, por los menores precios y mejor
calidad. Asimismo, los concejos contrataban y se comprometían a pagar a
profesionales de la educación, haciendo el maestro muchas veces funciones de
sacristán y campanero (especialmente entre los siglos XVIII y principios del XIX).
Otro tanto ocurría con los profesionales sanitarios, los cuales no siempre se
encontraban en todos los pueblos, de modo que éstos solían atender y ser
pagados por igualas entre vecinos de varios pueblos de una contornada.
La fiesta de los pastores.
Pastor de Chequilla (1935). Fondo Layna del Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara (CEFIHGU).
Pero si por algo se recuerda San
Miguel en la Tierra de Molina es por la celebración de contratos de pastores.
Hay que tener en cuenta que en una cultura tradicionalmente trashumante, a
partir de esta fecha era común que los ganados comenzasen a bajar a los
extremos: Andalucía, la Mancha, Extremadura e incluso, en algunos pueblos como
Motos, volcado históricamente a Aragón, al reino de Valencia (el Reino por antonomasia). Era lógico pues,
que a unas pocas semanas de partir se celebraran estos contratos.
La naturaleza era la primera en
avisar por estas fechas de que se acercaba el momento de hacer la vereda. Ya
desde finales de agosto florecen los azafranes silvestres (Colchium autumnale) llamados precisamente, al menos en el mediodía
molinés serrano, al que pertenezco, Aventapastores
o Ablentapastores, de aventar o
ablentar, en el sentido de despedir, despachar. Asimismo, todavía hemos oído
cómo los animales que trashumaban, llegado este tiempo, barruntaban la
migración hacia tierras mejores e incluso que podían emprender ellos solos la
vereda si se retrasaba la decisión humana por algún motivo. En todo caso, las
fechas de partida solían centrarse aquí en el entorno de Todos los Santos.
Domiciano Usero, de Traíd, hoy
con 88 años de edad, quien comenzó a ir
pastor a los 8, recuerda que existía una chanza entre personas de este
oficio consistente en un examen para los mocetes que comenzaban su carrera
pastoril; en él se tenían que enunciar los mandamientos del pastor, tras lo
cual, al aspirante se le daba la garrota y se le colgaba el morral. Estos
mandamientos eran los siguientes:
El primero: comer migas en
caldero.
El segundo: comerse los trigos
de todo el mundo.
El tercero: matar el mejor
carnero
El cuarto: buscar los mejores
pastos.
Y el quinto: no decir la verdad
ni a Cristo.
La globalización, de la que
participamos ya todos, incluso los habitantes de los pueblos aparentemente más alejados
de centros urbanos importantes, conlleva la homogeneización, la estandarización
cultural, también la pérdida del sentido cíclico del tiempo y la pérdida del
valor simbólico de las fechas del calendario, que tiende a convertirse en un continuum, sin referencias ni días de
significado especial, sin principio ni fin. Sin San Migueles de inicio y
término del año.
Notas:
(1) Pascua Llorida = Pascua Florida.
Obsérvese este ejemplo tan interesante del romance con el que está escrito el Fuero donde el grupo consonántico /fl-/ se
ha convertido en /l̮-/. (Vid.
Torreblanca, 1990).
(2) Sobre las palabras ‘sesma’ y
sus derivadas, en este texto concreto (copiado en el siglo XVIII, pese a ser de
finales del siglo XVI-principios del XVII), aparece escrita con x (sexma). Por mi parte prefiero
escribirla con s (sesma).
Bibliografía:
BARTHE PORCEL, Julio. “La
festividad de San Miguel como término y plazo de negocio jurídico” en Anales de la Universidad de Murcia, vol.
14, nº 1-2 (1956), pp. 157-166.
BORDES, François. Formes et enjeux d’une memoire urbaine au
bas Moyen Âge: le premier “Livre des Histoires de Toulouse” (1295-1532).
[Tesis doctoral]. Toulouse: Université
de Toulouse-Le Mirail, 2006, T. II.
Convenio Europeo del Paisaje (2000). Madrid: Ministerio de Medio
Ambiente, 2007.
DIAGO HERNANDO, Máximo. “El
arrendamiento de pastos en las comunidades de villa y Tierra a fines de la Edad
Media: una aproximación” en Agricultura y
Sociedad, nº 67 (abr.-jun., 1993), pp. 185-203.
Fuero de Molina (Ed.) CABAÑAS GONZÁLEZ, Mª Dolores. [Guadalajara]: Diputación
Provincial de Guadalajara, 2013.
GARCÍA GÓMEZ, Ángel María. Actividad teatral en Córdoba y
arrendamientos de la Casa de las Comedias: 1602-1737. Madrid: Támesis;
Diputación de Córdoba, 1999.
GUIRIEVICH, Arón. Las categorías de la cultura medieval.
Madrid: Taurus humanidades, 1990.
SOLER Y PÉREZ, Francisco. Los comunes de villa y Tierra y especialmente
del Señorío de Molina de Aragón. Madrid: Establecimiento Tipográfico de
Jaime Ratés, 1921.
TORREBLANCA, Máximo. “La
evolución /kl-, pl-, fl-/> /l̮-/ en español” en Revista de Filología Hispánica, vol. 70, nº 3-4 (1990).
Documentación:
Archivo Eclesiástico de Molina.
NÚÑEZ, Francisco. Archivo de las cosas
notables de esta leal villa de Molina. Finales del siglo XVI- principios
del siglo XVII (copia de 1732).
BNE, 2/1131. Instrucción y fórmula para los alcaldes pedáneos, regidores y fieles
de fechos de los lugares del Señorío de Molina, Tierra de Almazán y Ducado de
Medinaceli. Madrid: B. García y Compañía, 1800.